Últimamente me asaltaron discusiones absurdas en las que de manera harto extraña se rechaza la teoría del bing bang como una invención despatarrada, a la medicina como un cúmulo de errores, a la psicología como literatura de ficción y a la psiquiatría como una distribución azarosa de píldoras.
Lo curioso es que esta nueva generación ultraescéptica pide turno con el dentista cada vez que lo aqueja una carie y se ocupa de tomar rigurosamente las pastillitas anticonceptivas.

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